Kean

Autor: Jean Paul Sartre / Alejandro Dumas. Director: Joaquín Vida. Escenógrafa: Helena Krioukova. Figurines: Joaquín Vida. Reparto: Alfredo Alcón, Emma Cohen (en Madrid), Paca Gabaldón (en gira), Pepe Lara, Francisco Racionero, Eva García, Mara Goyanes, Antonio Duque, Paco Cambres, Alberto Magallares, Gerardo Giacinti y Estela Domínguez.
Una producción de JV Producciones, estrenada en el Teatro Fernando de Rojas de Toledo; en Madrid, en el Teatro Bellas Artes.




Nota para el Programa de Mano

¡UNA COMEDIA!

Debía contar unos dieciocho o diecinueve años cuando leí «Kean» por primera vez. Fue un acto casi sacramental; caí de hinojos ante el mito de lo prohibido y la hondura de su men­saje (como se decía entonces). No entendí nada, obviamente, pero quedé transido de trascendencia, y (ahora puedo confe­sarlo) aburrido como una ostra. La verdad es que era yo enton­ces demasiado joven para divertirme, y tampoco las dos Españas en las que vivía contribuían precisamente -con su sentimiento trágico de la vida la una, con el espejismo del desarrollo la otra- a que las cosas se viesen (o leyesen) con un mínimo de objetividad.
Cuando hace unos pocos meses, después de haber pasado sobre mí y sobre España más de veinticinco años y el vendaval de la Historia, leí de nuevo el «Kean» de Sartre, me quedé tan perplejo que tuve que leer la obra una vez más para cercio­rarme de que no estaba siendo víctima de una alucinación, porque me reía de buena gana desde la primera página; aquel texto derramaba gracia por todos los signos de puntuación. Sin duda mis sentidos me estaban engañando. No podía ser que el padre del existencialismo, el filósofo por antonomasia del siglo xx, tuviese sentido del humor, y yo no me hubiese enterado. Acabé rindiéndome a la evidencia: aquello era una comedia. Y es que los pocos años y las situaciones políticas de carácter traumático suelen jugar malas pasadas.
Recuperado del primer estupor, me sentí inmediatamente atraído por la propuesta del dramaturgo y filósofo francés: filosofar acerca del «ser» o el «interpretar», acerca de la reali­dad de la ficción o de la ficción de la realidad, haciendo reir al público al mismo tiempo. ¡Todo un reto! Pero un reto atrac­tivo, porque montar una «obra de tesis» que tiene estructura de «comedia de enredo» y diálogos de «alta comedia» es un desafío, y a mí siempre me han atraído los desafíos. Aunque, para ser sinceros, debo confesar que sin contar con el arte magistral de Alfredo, el encanto de Enma, el buen hacer de Pepe, la voluntariosa picardía de Eva, la gracia de Paco y Mara, el dominio de su oficio de Cambres y Antonio, y el incondicional entusiasmo de Gerardo, Estela y Alberto, nun­ca me hubiera atrevido a afrontarlo.
Joaquín Vida