El Acero de Madrid

Autor: Lope de Vega. Dirección Joaquín Vida. Espacio Escénico y Figurines: Joaquín Vida. Coreografía: Julia Grecos. Diseño de luces: Carlos Moreno. Reparto: Luis Fernando Alvés, Eva Cobo, Luis Perezagua, José Mª Barbero, Alberto Alonso, Carmen Serrano, Berta Ojea, José Antonio Gallego, Juan Antonio Molina, Jaime Tijeras y Mª del Mar Rodríguez.
Una producción de JV Producciones, estrenada en el Auditorio Padre Soler de Leganés.

Nota para el programa de mano.

… “cuando he de escribir una comedia
encierro los preceptos con seis llaves;
saco a Terencio y Plauto de mi estudio ...
y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron
.”

(L0pe de Vega, Arte Nuevo de Hacer Comedias)
Cinco versos de «El Arte Nuevo de hacer Comedias ... »; toda una declaración de prin­cipios. Quiso Lope escribir para el pueblo; quiso hacer un teatro popular (¿«pop»?), y para ello tiró las reglas por la ventana (como Fellini hubo de ahorcar al «teórico» para dedicarse a asumir la creación de su octava película y media), y buscó los temas y las formas que gustaban en la Villa, aunque no fueran del agrado de la Corte.
Cuando en 1603 entró en prensa «El Acero de Madrid», un aire fresco debió soplar sobre la recién estrenada capital de las Españas, tan pertrechada de hueros y altisonan­tes valores -honor, honra…-, traído de la mano de esta Belisa, que finge padecer una opilación (obstrucción morbosa de los canales de los humores; irregularidad en las eva­cuaciones menstruales femeninas, según el Novísimo Diccionario de la Lengua Caste­llana, edición de 1886) contra la que un falso médico le receta «tomar el acero.. (medica­ción consistente en tomar agua fría con una disolución ferruginosa, acompañada de lar­gos paseos antes de la salida del sol), con el fin de burlar la vigilancia paterna y facilitar las entrevistas con su amante, de las que acabará resultando un sano embarazo de cuatro meses. Más de un inquisidor, profesional o aficionado, tronaría de santa ira contemplan­do como los códigos sociales, base de tantas tragedias, eran convertidos por Lope en causa de burla y regocijo. Más de un purista enarcaría las cejas ante la falta de unidad de acción, lugar y tiempo, o ante la precipitación de la resolución final. Pero el lirismo y la belleza de los versos y la picardía de las situaciones hicieron que la obra triunfase, y que se mantuviese viva hasta nuestros días. Hoy, cuando nos planteamos el montaje de «El Acero de Madrid», es nuestra intención que sople de nuevo aquel aire de renovación, y es nuestro deseo conseguir el favor del gran público, para lo que, buscando ser fieles a Lope, hemos seguido sus con­sejos, y hemos…
“…cerrado los preceptos con seis llaves;
sacado a Terencio y Plauto del estudio…
y hemos trabajado por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron.

¡Ojalá nos den tan buenos resultados como a él le dieron!

Joaquín Vida